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La casa de los galaicos


Castromao fue un asentamiento de campesinos y mineros romanizados, pero su arquitectura y su urbanismo son deudores de la tradición acuñada durante la Edad del Hierro (s. VIII-Año 0). Se trataba de una comunidad compleja formada también por artesanos (olleros, herreros, orfebres), como evidencian las herramientas, moldes y útiles encontrados en las distintas campañas arqueológicas. Entre los siglos IV e II la. C, en Castromao las construcciones se petrifican y ocupan toda la superficie de la acrópolis: 2,2 hectáreas. La muralla consolidada funciona como referencia básica para ordenar las viviendas. En un contexto social de paz y bonanza económica, la Coelióbriga romanizada alcanzó unas dimensiones muy superiores a las que hoy define la muralla visible. Así lo evidencia la aparición de múltiples materiales arqueológicos en la aldea próxima de Castromao, lo que nos induce a pensar en una aldea abierta desprovista de muralla. La organización de las viviendas de este sector del castro responde a un conjunto de estructuras alrededor de un patio común, destacando como construcción principal para vivienda una con planta circular y vestíbulo, con hogar central y pila en el interior. Del otro lado del patio se sitúan una segunda construcción circular y una tercera cuadrangular de esquinas redondeadas, posiblemente con función de almacenaje o establo.



Elementos de bronce encontrados


Alfiler

Se recuperó entre unos moldes de alfiler realizados en arcilla.

Fíbula en Omega
Es un broche metálico utilizado desde época prehistórica por griegos y romanos.


La metalurgia del oro

En este castro se encontraron dos tortas de oro, siendo uno de los cinco castros galaicos en los que se documentan evidencias de metalurgia del oro. Una de ellas, de 110 gramos, apareció en este sector del yacimiento. La escoria y molinos para triturar el metal y también los moldes de Coelióbriga se concentraban entre las viviendas más próximas a la muralla, quizás para asegurar un acceso cómodo y rápido en caso de incendio al adarve, la principal vía de comunicación del castro. En el barrio vecino al de la tábula aparecieron hornos cerámicos de adobe en forma de pequeña bóveda sobre una base plana y una sola abertura, la entrada.

El retrato del metalúrgico, un oficio distinguido y muy considerado durante la antigüedad, pudo corresponderse con esta descripción del historiador Robert Fossier:

“Este hombre, señor del hierro y del fuego, que trabaja… delante de los aldeanos, atrapados por el miedo y la admiración, es como el señor de la comunidad."

Entre sus manos y bajo su control pasan las monturas y las ruedas, los cuchillos y las rejas de arar, las hoces y las hachas, los ejes y las llantas, los aros de los toneles. Tiene al señor por cliente, y en su forja cuelgan las armas del guerrero que va a enderezar o soldar de nuevo y bruñir. Es el obrero por excelencia… no está totalmente separado del mundo del campo donde puede tener una parcela…”