La complejidad técnica de estos motivos decorativos ponen de manifiesto una gran habilidad técnica por parte de los artesanos que los tallaron, lo que nos hace pensar incluso en una dedicación a tiempo completo.
En Castromao se encontraron varios trisqueles, el más conocido de todos, este, de infrecuente tipología calada, que gira sus tres brazos de izquierda la derecha. Su factura nos hace pensar que estuvo embutido en el muro de una cabaña de planta cuadrada, haciendo las veces de celosía durante la última etapa en la que estuvo habitado este sector del castro, allá por el s. II d. C.
Además de la función práctica, como celosía, el trisquel también puede ser interpretado en clave artística, ya que al ser iluminado por el sol provocaría su reflejo en una pared interior.
Estos elementos pueden vincularse también al mundo religioso, en concreto al culto solar, algo muy frecuente en toda la Europa prehistórica, que acogió los distintos tipos de esvástica (rosetas, trisqueles de tres y cuatro brazos) como emblema identitario frecuente.